NO HAY PEOR VIOLENCIA CULTURAL QUE EL EMBRUTECIMIENTO QUE SE PRODUCE CUANDO NO SE LEE (del blog Leer porque sí)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Reescribiendo


YO SOLO ESPERO


(reescritura del cuento de Ítalo Calvino, El jardín encantado, desde el punto de vista del niño solitario en el caserón)



“En el centro puntual de la maraña,

Dios la araña”.

ALEJANDRA PIZARNIK


Es muy aburrido estar acá. Todos los días igual, esperando, esperando. A veces, me entretengo con la colección de mariposas. Paso mi mano blanca por el vidrio que las resguarda. Parecen tan vivas...Y están tan muertas...
La tarde igual a la noche. La mañana que se confunde con el mediodía. En esta sala, de altas ventanas clausuradas por pesadas celosías, ni el sol, ni las estaciones, ni los meses pasan. Todo en un presente eterno dentro de mi pijama a rayas. Rodeado por los muebles pesados, oscuros, olorosos a vejez. A veces me entretengo escondiéndome a mí mismo entre los cortinados de terciopelo. A veces me refugio debajo del piano para escuchar la vibración de sus cuerdas mudas.
Espero...Espero...
Hoy escuché las risas, los gritos alegres. Supe que alguien, quizá dos, seguro niños, habían atravesado el seto que bordea las vías . Escuché las risas antes de que el tren de las dos de la tarde pasara, como todos los días, eternamente pasando.

Seguramente estaban en el sendero. Deben haber pasado por el bosque de frutales. Deben haber encontrado el camino de la carretilla. Jugando a transportarse con la carretilla. Y caminando por el sendero, no tardaron en descubrir la piscina de agua tan clara. Es una lástima que yo jamás haya disfrutado de esa gloria al mediodía. La piscina de mayólicas antiguas, de dibujos que recuerdan las antiguas piletas de Pompeya, de Cnosos. En las que tampoco, nunca, pude nadar voluptuosamente.
Pero mi vida es así. Así desde siempre. Así en el piyama a rayas, acariciando el vidrio mortuorio de las mariposas.
Seguí escuchando con ansia, con verdadera ansia, con deseo irrefrenable...
Jugaron durante largo tiempo en la piscina. Después deben haberse reunido al lado de la mesa de ping pong. Apenas si venía hasta mí el golpe sordo de la pelota. Apenas.
De repente, el sonido del gong. Siempre pasa lo mismo. Siempre. Pareciera que el gong de bronce atrae a la pelota cada vez que alguien juega con ella. El gong necesita sonar. El gong necesita llamar.
Es la señal para que los criados lleven la merienda. La apetitosa merienda que jamás he podido probar. Seguramente ya salieron ellos de las enormes cocinas del caserón. Escuché la puerta que da al jardín de atrás, los pasos rítmicos, me imaginé las manos enguantadas llevando las bandejas. . No escuché las voces de los niños. Deben haberse acercado con cautela a la mesa servida. Deben haber comido y bebido como lo hacen los niños, chupándose los dedos, dejando caer migas en su regazo.
En cosas como esta me doy cuenta de que soy muy poco niño. Una lástima...
Sé que espiaron por entre las rendijas de la persiana del salón. Sé que me vieron. Sé que me miraron. Lo pude sentir en toda mi ansia. En el temblor de mi cuerpo, de mis manos acariciando el vidrio de las mariposas. Mi mano blanca... y fría...
Y después nada...Silencio...Nada...Quizá se fueron. ¡No! Seguramente volvieron a jugar y no los escucho...Seguramente están cerca de la mesa de ping pong...O comiendo las últimas golosinas...Seguramente...
Siento que el sol empieza a perder fuerza. No me pregunten cómo lo siento en este salón oscuro de un caserón en silencio. Yo lo siento. Sé que está llegando el atardecer. Y ellos no están. No los escucho. Se fueron.
Está llegando el atardecer con esas nubes de frío. El atardecer y otra noche más.
Otra noche, igual a no sé cuántas noches ya. Otra noche en la que tendré que conformarme con el licor suave que los criados obtienen del cuerpo de las mariposas.
Pero no es lo mismo. Languideceré aquí, esperando...esperando...
Otra vez la telaraña no dio resultado. Otra vez la araña se conforma con licorcitos. Otra vez tengo que aguantar las ganas de atragantarme, de sentir fluír en mi garganta ávida el líquido rojo y caliente...
Ellos se fueron...

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